Lejos de la ostentación de las playas cariocas y de las lentejuelas y el Sambódromo, esta ciudad a menudo pasada por alto por los turistas, tiene el ritmo en vena. Bienvenidos a Salvador de Bahía, capital de la capoeira y cuna de Brasil al completo.
En Salvador de Bahía, es evidente que la mayoría de vuestro tiempo lo pasaréis en el "Pelho", que es como los locales lo llaman. Entre las coloridas calles de las alturas que conducen al templo de la capoeira, y el puerto (que es un pelín demasiado industrial para ser realmente agradable), el "pelho" es el lugar para reservar una cama en una "posada" (albergue). No dudéis en probar la gastronomía brasileña en los restaurantes "al peso" donde, como podéis deducir por estas mismas palabras, el precio a pagar se determina en función del peso del plato, antes de ponerlo en el "elevador" que une todos los puntos de la bahía.
La fiesta en Brasil es prácticamente una religión; el mejor momento para darse cuenta de esto es el Carnaval de febrero: colorido, festivo, pintoresco,... en Salvador de Bahía es una fiesta popular y tan auténtica como los bonitos y preparadísimos desfiles de Río de Janeiro. Allí todos participan contribuyendo en lo poco que pueden, provistos de un tambor tricolor y bajando por las calles y bailando hasta el final de la noche. ¡Un "must" imprescindible!
¿qué lugar? En el que queráis. Cada calle tiene su pequeño bar local, medio improvisado entre tablas y plásticos, y con un altavoz medio escacharrado que escupe música de rumba o remezclas de reguetón y salsa brasileira. Dos caipiriñas más (bebida sagrada de toda fiesta nocturna brasileña que se precie), y se os meterá el ritmo en la piel, listos para batirse en la pista de baile callejera, donde los cuerpos de todos en Salvador se funden de calor.
¿Cansados de la incesante fiesta en el "Pelho"? Lástima... pero puedo entenderos. La solución es que vayáis a visitar Itaparica. Esta pequeña isla costera acoge mayoritariamente al turismo local, entre el mar y la selva. Aventuraos en las aguas pantanosas que os llegarán hasta la rodilla para llegar mejor hasta las paradisíacas playas y desiertos (o "quasi" desiertos) de esta microisla. Cuando estéis allí, durante el día no os perdáis el echar un vistazo a la arquitectura colonial del lugar; por las noches, procurad no alargar mucho vuestros paseos: la leyenda de la inseguridad en Brasil parece que también se está evidenciando aquí, aun cuando no lo comprobéis por vosotros mismos.
¿Cuánto tiempo os hará falta para poder hacer todas estas cosas? Un mínimo de una semana, que es lo suficiente para enamorarse de una de las ciudades más bellas de Brasil.