Cuando vivía en Uagadugú, Bazoule era el destino que recomendaba a todos los visitantes que tenían una tarde libre. La aldea es muy acogedora, el bar muy agradable y lo más importante: ¡hay pocos lugares en el mundo en los que sea posible aproximarse tanto a un cocodrilo salvaje y mucho menos tocarlo!
Si deseas visitar los lugares más remotos durante tu estancia en Uagadugú no tendrás que irte muy lejos. Alquila un coche o una moto y toma la carretera de Bobo-Dioulasso. Tras unos diez kilómetros, los carteles te indicarán el camino a Bazoule y a su lago de cocodrilos sagrados.
La leyenda local cuenta que los cocodrilos cayeron del cielo después de unas lluvias hace 600 años, bendiciendo de este modo a la tribu local de los mossi. Actualmente, los habitantes locales respetan y tratan como iguales a los animales protectores de la aldea, prueba de ello es su cementerio. Durante el periodo de apareamiento las hembras salen del lago para poner sus huevos en el pueblo, entre dos vasijas o a los pies de alguna casa. Confían en que ahí estarán seguros. Varios meses más tarde, regresarán para buscar a sus crías.
Los científicos defienden que se trata de cocodrilos del Nilo que habrían quedado atrapados en un charco tras la desecación de un río. Sin embargo, han logrado sobrevivir, en parte gracias a la fauna que puebla el “lago”, pero sobre todo gracias a los habitantes locales que los alimentan desde hace años.
Tras un breve paseo por el camino de latería llegamos al borde del charco sagrado, una zona seca que le encanta a los cocodrilos y en la que disfrutan del sol y sobre todo esperan su comida. Por 1000 CFA podrás comprar un pollo para que sea el alimento de un cocodrilo, que estará encantado de salir del agua atraído por los gritos (desgarradores) del ave. Una vez que el cocodrilo haya comido, se quedará al borde del agua para hacer la digestión... Será entonces cuando se te invitará a sentarte en su lomo, a levantar su cola o a tocar su piel (muy suave, similar a la de una serpiente).
Algunos turistas se niegan categóricamente a participar en esta actividad al más puro estilo “Indiana Jones” por miedo al animal. Debo reconocer que fue una de las experiencias que más me marcó de Burkina Faso, sobre todo porque estos animales no están en cautividad ni amaestrados. Es necesario tirar de orgullo y valentía pero sobre todo hay que transmitir buenas sensaciones al animal. Conviene recordar que no ha habido que lamentar ninguna muerte desde hace más de 70 años en la aldea, por lo que puedes acercarte sin miedo: tienen el estómago lleno.
Al regresar del lago sagrado no dudes en detenerte en el bar del pueblo y en su museo para prolongar la visita. Los niños de Bazoule te invitarán a jugar al fútbol con ellos o te pedirán chucherías y bolígrafos. Siempre es bueno que lleves contigo algo que ofrecerles, no te costará nada y la recompensa que recibirás será inmensa: sus sonrisas. Si quieres aprovechar al máximo la aldea de Bazoule, debes reservar una tarde entera para la visita y no puedes olvidar llevarte una cámara de fotos y sobre todo... ¡mucho valor!