Si las costas corsas son totalmente bellas, no deje de explorar el interior de sus tierras. A pesar de su relativo pequeño tamaño, 184 kilómetros entre el extremo norte y el extremo sur, Córcega abriga una cultura que gira en torno a la montaña más que al mar. Esto explica que, aún hoy, sus especialidades culinarias a base de charcutería, queso y castañas, se cocinan con productos de la tierra. Se comprende así, igualmente, que la cultura corsa se basa en el orgullo de un pueblo que ha adquirido la rudeza de la vida montañera, más que una tradición marítima y comercial. Por tanto, hay que aventurarse en las alturas, recorrer sus carreteras secundarias que unen entre sí los pueblos situados en las laderas de la montaña, para entrar en contacto con la verdadera Córcega. Es así, lejos de las playas, en pleno corazón de la isla, como descubrirás la ciudad de Corte, capital cultural de Córcega, con su universidad, su vida intelectual al frente del pensamiento autonomista y su pequeño lado austero, que muestra otra faceta de la isla. Todo esto te recordará que en el siglo XVIII, Córcega, independiente durante varias décadas tras haber sido durante mucho tiempo genovesa y antes de ser francesa, ¡fue el primer estado de la era moderna con una constitución democrática!