Es imposible visitar Marruecos sin pasear por sus barrios antiguos. Perderse entre estos laberintos de calles, casas y tiendas es casi un arte. Para comprender la importancia de estos barrios bulliciosos, te recomendamos visitar las medinas más grandes del país, en Fez o Marrakech. En estos laberintos gigantescos es mejor tener un buen sentido de la orientación para no acabar una y otra vez frente al mismo puesto de babuchas.
Si prefieres un ambiente más íntimo para poder contemplar los mil y un colores de Marruecos, las medinas de Chauen y Tetuán son ideales. El azul intenso que viste los muros de Chauen perdurará en tu memoria durante mucho tiempo. Este azul que lo inunda todo es un espectáculo por sí mismo del que te gustará disfrutar desde una terraza a la sombra. En Tetuán, la magia está servida con el blanco luminoso de sus fachadas. En ambas medinas podrás descubrir la rica artesanía local y el cruce de las influencias andaluza y árabe.
Si te gustan las mezclas de estilos, sin duda la medina de Arcila te sorprenderá. En esta ciudad del siglo XV, los edificios históricos conviven con los murales de arte urbano, una bonita metáfora de Marruecos, a caballo entre la tradición y la modernidad.