Si Japón es una maravillosa mezcla entre modernidad y tradición, Nara es la ilustración perfecta para ello. En concreto, Nara es una etapa imperdible en cualquier viaje a Japón para cualquier amante de la fauna o de familias con niños. De hecho creí ver algunos ciervos encantadores paseando por allí ...
Apenas acabamos de aterrizar en la estación de Kintetsu, nos enfrentamos a un panorama bastante desconcertante. A izquierda, los edificios que dan testimonio de los avances de la urbanización; a la derecha, la naturaleza siempre está presente y el verde perdiéndose en el horizonte.
Girando a la derecha, se ve rápidamente como la ciudad da paso al campo, hasta que encuentrarse tras 200 metros el primer ciervo. No hay mucho tiempo para preguntarse qué está haciendo allí... enseguida os cruzaréis con otro y a continuación, una pequeña banda; os daréis cuenta de que los amigos de Bambi están en su mayoría en los alrededores. Y por una buena razón, pues se les considera mensajeros de los dioses en aquella religión sintoísta; se promovió a los ciervos al rango de patrimonio nacional.
Seguid adelante y enseguida llegaréis a Todai-ji, su enorme puerta de madera y su Buda gigante de bronce (un hermoso bebé de 15 metros de altura y 350 toneladas).
A continuación, disfrutad de un momento de relax en el Isui-in, tal vez el más hermoso jardín del archipiélago japonés.
Tomaos el tiempo para hacer una breve parada en el Museo Nacional de Nara, que vale la pena visitar tanto por sus caligrafías como por sus esculturas de Buda y los bodhisattvas.
No debéis, no podéis pasar por el Kansai ni hacer un viaje a Japón sin una parada en Nara. A sólo una hora de Kioto y de Osaka, la primera capital histórica de Japón es tan relajante como rica en términos culturales.
A sólo una hora de Kioto y de Osaka, la primera capital histórica de Japón es tan relajante como rica en términos culturales. La proximidad de sus lugares esenciales permitirá que tengáis un día ocupado para sumergiros en el tradicionalismo japonés.