Cuaderno de bitácora de Nepal: tras las huellas de un sherpa
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Las historias más bonitas siempre comienzan con un bonito encuentro
La conexión entre Tensing y yo fue inmediata. Recuerdo perfectamente nuestro primer encuentro, fue en el Himalayan Café, en Katmandú. Unos días después, nos dirigimos hacia Pokhara, en dirección al macizo de Annapurna. Allí haríamos una caminata de 20 días hasta llegar a los 5.416 metros de altitud. Esta sería mi primera vez.
Declaración de amor al Himalaya
“No sé si es ella o si son mis ojos, pero qué bonita es. Nada sorprendente, pensaréis, es tan joven… 40 millones de años, confirman los expertos en tectónica de placas. Nació el día en que, de repente, el subcontinente indio se deslizó bajo la meseta tibetana. Un capricho de la naturaleza que quedará para la eternidad: tiene 40 millones de años y sigue creciendo de 1 a 10 mm por año, algunos dirán que de celos, pero esto no sería más que una confirmación sine qua non de su superioridad.
Yo simplemente camino. Subo y subo cada vez más y, mientras más me acerco a ella, más arriba parecen estar sus altas cimas. Ya estoy a más de 4.000 metros y me siento hechizado por sus profundidades… ¡es inaccesible! A partir de aquí, mi mirada se eleva inexorablemente sobre su cara, como un trozo de corcho flotando en el agua”.
Parezco todo un poeta. Debió ser la altitud y la falta de oxígeno, que me trastocaron la cabeza.
Tensing, el sherpa propiamente dicho
Hace ahora 10 días que comenzó nuestro camino y acabo de pasar la barrera de los 4.000 metros, por primera vez, siguiendo los pasos de Tensing. Estamos en el macizo de Annapurna, una cordillera que sobrepasa los 8.000 metros en la frontera entre Nepal y el Tíbet. Tensing es el sherpa que me acompaña a lo largo de esta aventura alpina. Sus padres lo llamaron así por Tensing Norgay, el primer hombre en hacer cima en el Everest el 29 de mayo de 1953, en compañía de Edmund Hillary.
Hay entre 6 y 8 horas caminando entre cada pueblo, así que tenemos todo el tiempo del mundo para charlar tranquilamente. Nos hemos hecho amigos muy rápido. Su vida es increíble. Pensaba que “sherpa” se refería a los guías de las altas montañas, pero en realidad el pueblo sherpa es un grupo étnico nepalí de origen tibetano. Sus padres son pastores de yaks y cultivan patatas, pero desde muy joven, él soñaba con ir a la montaña, convertirse en guía y ganar más dinero. Ha subido al Everest muchas veces. Creo que con él estoy en buenas manos.
Noche en una trastienda nepalí
Cada noche dormimos en casas de gente de allí y, como Tensing los conoce a todos, pasamos unas noches inolvidables. He sido recibido como un príncipe y nos pusieron dal baht para cenar. Es el plato tradicional nepalí, con lentejas, arroz al vapor y curry vegetal. No dejamos nada, nos lo comimos todo y a toda prisa; primero porque tenía hambre y segundo porque tenía ganas de jugar al carrom después de cenar. El carrom es el billar nepalí. Consiste en un cuadrado de madera con un agujero en cada esquina. El objetivo del juego es empujar los discos con los dedos mientras intentas introducirlos en los agujeros. Me encanta, y, aunque pierda todas las partidas, no pierdo la esperanza de vencer a Tensing alguna vez. Si un turista le ganara al carrom, no lo superaría jamás.
5.416 metros, record a la vista
Aquí estamos al final de nuestro décimo día. Pasaremos la noche en un refugio situado a 4.300 metros. Es la última noche antes del gran día. Mañana será el último ascenso al punto más alto de nuestra aventura: un paso situado a 5.416 metros. Para Tensing es como una broma, pero para un pequeño francés como yo que nunca ha visto nada más alto que los 4.807 metros del Mont Blanc… bueno, da vértigo. Estoy un poco preocupado, pero Tensing siempre tiene la fórmula correcta para relajar el ambiente. "Cuando lleguemos a 5.000 metros, tu nivel de oxígeno será del 50%. Todo lo que hay que hacer es caminar la mitad de rápido y no habrá ningún problema". Tensing había traído banderas de oración tibetanas. Según los budistas tibetanos, el viento que sopla sobre las fórmulas sagradas impresas en las banderas las dispersa en el espacio y así las transmite a los dioses y a todos los que toca en su camino. En cada travesía, confiábamos nuestras oraciones al viento.
Ahí vamos, estamos comenzando el último ascenso. Dormí muy mal, pero por el momento no hay síntomas de mal de altura, así que todo está bien. A partir de los 3.000 metros, no superamos los 400 metros de desnivel por día. De esta manera, el cuerpo tiene tiempo para aclimatarse al cambio de altitud. Los que suben demasiado rápido aumentan el riesgo. Un excursionista que conocimos en el camino se vio obligado a bajar en una emergencia. Tenía náuseas y un fuerte dolor de cabeza y todos los síntomas del mal de montaña.
Primero tomamos un camino estrecho y empinado que sube por la ladera de la montaña antes de llegar a una meseta situada a más de 5.000 metros, que atravesamos en una suave pendiente hasta llegar a nuestro objetivo. La falta de oxígeno se agudiza cada vez más, así que me tomo mi tiempo.
A los pies de los gigantes
Por fin llegamos a la cumbre. En realidad, es una forma de hablar, ya que las montañas que nos rodean sobrepasan los 7.000 metros, y el famoso Annapurna 1 nos mira desde lo alto de sus 8.091 metros. El paisaje es lunar. Estamos a una altitud de más de 5.000 metros y es como estar en mitad del desierto. Un desierto de rocas sin nieve ni hielo bajo un cielo azul inmaculado. Como muchos otros desiertos, la cordillera del Himalaya se encuentra en el Trópico de Cáncer. En estas latitudes, las precipitaciones son escasas y casi nunca nieva aquí. Nos quemamos al sol y nos congelamos a la sombra. Todo parece hostil y, sin embargo, uno se siente profundamente bien.
Con esa amplia sonrisa perenne, Tensing me hace saber que es hora de volver al sendero si queremos llegar al siguiente refugio antes de que oscurezca. Nos espera un largo descenso que nos acercará gradualmente a la civilización. Namasté.